Estaba un ratoncillo aprisionado en las garras de un león; el desdichado en tal ratonera no fue preso por ladrón de torcido ni de queso, sino por que con otros molestaba. Al león en su retiro descansaba; pide perdón, llorando su insolencia. Al oír implorar la real clemencia, responde el Rey con majestuoso tono: -Te perdono.
Poco después, cazando el león, tropieza, en una red oculta en la maleza: -Quiere salir, mas queda prisionero.
Atronado la selva, ruge fiero: -El libre ratoncito, que lo siente.
Corriendo llega, roe diligente los nudos de la red, de tal manera, que al fin rompió los grillos de la fiera.
MORALEJA: Para los infelices ser piadoso. Tal vez se pueda ver necesitado del auxilio de aquel mas desdichado.
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